CDMX a 28 de octubre, 2025.- El ambiente literario y cultural de México se encendió esta semana cuando un grupo de escritoras, poetas y periodistas salió a las calles para exigir la renuncia de Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica (FCE), tras sus polémicos comentarios sobre la obra femenina. Las manifestantes, bajo el colectivo que se autodenominó “Las horribles”, se reunieron frente a la librería del FCE en Ciudad de México con pancartas, consignas y lecturas de poemas para denunciar lo que llamaron una “misoginia institucional”.
“Si sé de un poemario escrito por una mujer horriblemente asqueroso de malo… por el hecho de ser escrito por una mujer no merece que lo mandemos a una sala comunitaria”, dijo Taibo II en la conferencia matutina del 23 de octubre.
Las manifestantes colgaron fotografías de autoras mexicanas y latinoamericanas con la palabra “horrible” escrita encima como una forma simbólica de resistencia ante lo que consideraron un menosprecio hacia las mujeres en la cultura. En su pronunciamiento, el colectivo reclamó al FCE que publique una antología exclusiva de escritoras vivas y que el responsable asuma consecuencias. Entre las voces que hicieron acto de presencia destacó Diana Luz Vázquez, quien al leer el posicionamiento apuntó que el ultimátum era claro: “deje de utilizar la infraestructura del Estado para promover su misoginia o será señalado, dondequiera que se pare”.
La polémica también ha tenido repercusión en medios y redes sociales: más de 120 académicas, artistas y autoras, entre ellas Julieta Venegas y Gabriela Jáuregui, firmaron una carta abierta titulada “No llegamos todas en la cultura”, que exige no sólo disculpas sino acciones concretas.
Por su parte, la presidenta Claudia Sheinbaum, al ser cuestionada sobre la permanencia de Taibo II en el cargo, respondió que “no, no, para nada, es un gran compañero” y reiteró que en lugar de relevo se impulsará “una colección especial de escritoras mexicanas y latinoamericanas”.
El choque entre el director del FCE, una institución fundamental para la cultura en México, y el amplio sector de escritoras y activistas plantea una pregunta clave: ¿qué tan vigentes están los esquemas de poder y desigualdad de género en la industria editorial? Para muchas de las manifestantes, no se trata solo de un mal comentario, sino de una práctica sistemática que invisibiliza las voces femeninas. Y mientras el FCE promete revisiones, las autoras aseguran que no basta con buenas intenciones.
En suma, el episodio no solo marca un momento de tensión en el ámbito cultural mexicano, sino que abre la puerta a conversaciones urgentes sobre inclusión, representación y respeto en el mundo literario. Porque ya no basta con publicar libros: también importa quién los elige, quién los difunde y quiénes aparecen en esa historia.
